Escrito por Virginia Montes
Siempre creí que el comer balanceado era una moda, una que empezaba cuando te metías al gimnasio. Como una sucesión de hechos pautados, primero haces ejercicio, endureces el abdomen y al día siguiente dejas el arroz y el azúcar. Veía esta sucesión una y otra vez en Facebook, personas corriendo alrededor de un parque, levantando pesas, nadando en piscinas o mar abierto, gente haciendo triatlones. Luego, la foto del plato de ensalada y el fin de semana el comentario culposo por comer torta o pollo a la brasa. Se repetía el mismo patrón en varios contactos de mis redes sociales, lo sentía como una plaga zombi.
Sin embargo, la vida te lleva por caminos oscuros y me vi en la obligación de hacer algo más que sólo existir y fue así como me metí a un curso de preparación física. El móvil real de esta decisión fue que en mi proceso de tesista tuve que deshacerme del stress y la angustia por armar mi bibliografía y el marco teórico. Esta maravillosa casualidad de la vida me llevó a descubrir mi pasión por correr, empezar fue difícil, me cansaba muy rápido, no duraba mucho tiempo. Hasta que en un momento hicimos click y quería correr día y noche todos los días. No entendía qué pasaba y lo peor de todo es que luego de sentir ese cansancio agradable, quería comer ensaladas, frutas, tomar agua. Empecé a ser más consciente de la comida que consumía.
Luego de hacer ejercicios caminaba al kiosco y por inercia mi mirada se posaba en las frutas, las barras de cereal, productos integrales. Recodar la grasa de lugares de comida chatarra me generaba desagrado, como hastío. Fue entonces cuando mi mente hizo click y descubrí que un hábito saludable trae consigo otro hábito saludable. Entendí que lo que veía en mi Facebook no era una farsa ni un falso testimonio, en verdad hacer ejercicios tiene por consecuencia, esas ganas increíbles de comer balanceado.
Mi vida dio un giro importante, me hice consciente de mi alimentación, de qué comía cuando sentía ese hambre ansioso por las tardes. Me hice consciente de la contribución de ciertos alimentos en la prevención de enfermedades y estados mentales como el stress. Me di cuenta que consumía muchas harinas y que de seguir con esa vida no sería una mujer longeva como siempre había soñado. Mi gran lección fue que la vida saludable es un paquete completo que empieza con una pequeña dosis de ejercicios y continua con un gran bowl de frutas, verduras y pocas grasas. Después de todo, el zombi sano también se divierte, ¿quién se anima a correr hoy?
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